placenteramente
Hoy es uno de esos días en los que a pesar no haber hecho todo lo que debería, o que habría querido hacer, he pasado serenamente mientras llovía.
Después de comer en buena compañía, entre aguacero y aguacero, volví a casa sobre las cinco. Me vestí con ropa seca, me preparé una taza de té y comenzó una jornada en la que predominó fundamentalmente el silencio.
Estuve deambulando por el pasillo, en mi cuarto, sentado en el sofá del salón, y no sé bien cómo se pasaron las horas, pero pasaron y ahora estoy más tranquilo.
Y es que a veces, al encadenar una semana con otra vamos acumulando toda la euforia, el cansancio y el deseo por dentro en forma nubes que necesitan de tardes como esta para precipitarse placenteramente.
Después de comer en buena compañía, entre aguacero y aguacero, volví a casa sobre las cinco. Me vestí con ropa seca, me preparé una taza de té y comenzó una jornada en la que predominó fundamentalmente el silencio.
Estuve deambulando por el pasillo, en mi cuarto, sentado en el sofá del salón, y no sé bien cómo se pasaron las horas, pero pasaron y ahora estoy más tranquilo.
Y es que a veces, al encadenar una semana con otra vamos acumulando toda la euforia, el cansancio y el deseo por dentro en forma nubes que necesitan de tardes como esta para precipitarse placenteramente.
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