setenta y cinco
Mientras que la mitad de los madrileños celebra el día de la Resurrección atrapados en un embotellamiento propio de la Operación Retorno y la otra mitad en La Latina, tomando unas cañas bajo el sol primaveral; para mí, hoy, es un día más en la recta final.
Después de pasarme la tarde de ayer esbozando un nuevo documento, como a eso de las siete bajé al tanque a ejercitar los músculos de las sienes para abajo. Mil quinientos metros y una hora y media más tarde estaba sentado en un café mientras que el El Auténtico Walter, entre unas cosas y otras, me leía la cartilla. Es cierto que tiene mucha razón en lo que me dijo, pero también es verdad que a mí me produce bastante pudor -por no decir otra cosa- ese territorio en el que nos movemos últimamente y que a él le gusta llamar una relación gestáltica. Como buenos/viejos amigos que somos, encontramos rápidamente la manera de reconciliarnos, y acto seguido nos movilizamos a la guarida de Walter O´Donell donde acabaríamos la noche conversando distendidamente en compañía de El Primo Walter, Walter J, Lucky Walter, y otras fieras.
Volví a mi casa más bien tirando a temprano. Me acosté y estuve hasta más bien tirando a tarde, rodando de un lado para el otro de la cama sin poder sacarme de la cabeza lo que me había dicho mi buen amigo.
Pero he seguido con el ejemplo del Señor que hace dos mil seis años resucitó un Domingo como este para continuar con todas las cosas que le quedaban por hacer.
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