jueves, abril 20, 2006

setenta y uno

Una jornada que empieza sin ningún pendiente que resolver es directamente proporcional a un buen día de trabajo.

Después de revisar la producción y de dejar planteada la jornada de hoy, llegué impuntual al encuentro previsto con Anina y La Miringola ayer por la noche. Los tres veníamos con cara de día raro, pero nada más sentarnos, resolvimos entre todos las tragedias individuales que cada cual contó en su turno correspondiente, y a partir de ahí todo fue reir y rajar.

No logré convencerlas de que me acompañaran a un chuzo cercano donde cada miércoles tiene lugar una descarga de las buenas. Anoche había poca gente y una atmósfera familiar que llegó a su punto más álgido cuando los vientos tocaron un arreglo lindísmo de una canción de Miguel Matamoros cuya letra dice así:

Aunque tú me has echado en el abandono
aunque ya se han muerto todas mis ilusiones
en vez de maldecirte con justo encono
en mis sueños te colmo, en mis sueños te colmo de bendiciones.

Sufro el dolor inmenso de tu partida
lloro, lloro el dolor profundo de tu extravío
y lloro sin que tú sepas que el llanto mío
tiene lágrimas negras, tiene lágrimas negras
como mi vida.

Con el buen recuerdo de ayer y los astros a mi favor, me pongo con lo mío.