miércoles, septiembre 28, 2011

sabio

Hoy tuve la tarde libre y fué la ocasión perfecta para quedar por primera vez con un nuevo amigo, para ir al teatro. Y amigo significa: sin ninguna pretensión de llegar mucho más lejos que unas cañas después de la función.

Fuimos al Matadero y pedí hablar con el jefe de sala para que me dejase entrar. Desde que Karmele me contó que en su época de estudiante los actores se formaban yendo al teatro tres veces por semana, sin pagar, claro, yo copié la metodología y la aplico sin pudor ninguno, y casi siempre funciona.
Ahora que lo pienso, la obra no estuvo mal -buena dramaturgia- sobretodo por la propuesta visual, más que plástica; pero en el plano dramático cojeó en el ritmo, y yo me habría ido en el intermedio. Pero me quedé por educación y mi mal genio se multiplicó durante el segundo acto, pero entre suspiro inconforme y cambio de postura, alcancé a apuntar una frase de uno de los personajes que decía: "sabio es aquel que constantemente se maravilla".

A la salida, mi amigo se encontró con más amigos, y me pareció un buen momento para escapar y regresar a casa dando un paseo -últimamente suelo volver a casa dando paseos para ahorrarme el billete de metro- y mientras caminaba, hablé con Ginger por teléfono y me contó una de esas historias emocionantes donde a alguien le cambia la vida cuando empieza a creer en sí mismo. Atravesé la ciudad y llegando a casa me encontré una caja llena de recipientes de plástico sellados, con fruta fresca pelada y cortada en trozos. Cogí unos cuantos que me estoy comiendo mientras escribo estos pensamientos, tres años desde la última vez que lo hice.

La fruta está dulce y yo sólo puedo pensar en que no seré un genio, pero es maravilloso todo lo que le puede llegar a pasar a uno en una tarde que podría haber sido como cualquier otra.