La Revolución Tecnológica ha dado paso a La Era Digital y tanto la accesibilidad a la información, como la velocidad a la que ésta fluye ha aumentado considerablemente, modificando la estructura del conocimiento y
diversificando los mecanismos de poder.
El mercado actual está plagado de artilugios
especializados –que si una herramienta para que los varones nos afeitemos los kiwis, una cámara digital sumergible que brilla en la oscuridad o unos cereales de papa con sabor a pudín de fresa con un bajo contenido en calorías- con posibilidad, incluso, de
tunearlos, para que cada
uno construya su
paraíso a medida.
El fenómeno es extrapolable al terreno de lo personal y en la misma medida han aumentado, y menos mal, las posibilidades de relacionarse con otras personas de intereses afines: que si bares de oxígeno, fiestas de
Petro Rop, y
Knitting Pubs, por no hablar de un ciberespacio, a primera vista sin límites, en el que a golpe de ratón podemos contactar con cualquiera, y en un
pis’pas, a través de un chat, foto/blog, foro, o website, escarbar en su/nuestra faceta más intrépida.
Hasta aquí todo bien con la
diverespecificación, pero ¿no llegará un día en que, rodeado de chécheres y
especialistas tenga
uno la sensación de que nada ni nadie es verdaderamente
especial?
Habrá que ver.